Como introducción sabemos que Henri Matisse nace el último día del año 1867 en una localidad del norte de Francia. De padre vendedor de semillas y madre sombrerera, él decide estudiar derecho en París pero al poco encontrará su motivación por el arte, volviendo a París esta vez para intentar ingresar en la École des Beaux-Arts. Este intento fracasó y acabó en el estudio de Moreau, junto con Roaul Dufy y G. Roault.
“Es peligroso caer bajo la influencia de maestros en la época de uno mismo” decía Matisse ya que este influjo puede condicionar al artista que no sea libre en su lenguaje, pero es muy difícil no caer en la trampa, así que el orientalismo que Moreau, sería un recurso capital presente en la obra de Matisse, sobretodo en los años 30.
Al fin, después de tres años junto a Moreau, ingresa en la École des Beaux-Arts en 1895. Más adelante empieza a tener contacto con el arte impresionista, aunque su arte seguía sujeto al orden tradicional de matices y contrastes colorísticos. Fue Van Gogh, Gauguin y Cezanne los que más influenciaron en su obra de principios de siglo. Hasta que en 1905 Matisse y sus amigos Derain, Vlaminck y Marquet expusieron en el salón de otoño de París. Con el público escandalizado nace el fauvismo. Las fieras coincidían en el rechazo de los matices de la paleta impresionista y en la búsqueda de los poderes de expresión del color puro. En 1908 Matisse inicia un nuevo periodo de obras decorativas, con armonía en rojo, donde destaca la decoración con tela de Jouy, que entonces estaba de moda.
Llegamos a 1909. Matisse recibe un encargo de su fiel y coleccionista ruso Sergei Shchukin de dos bocetos para dos murales que decoraran su casa. Y para ello pensó en la danza y la música. En octubre de 1910 se celebró la exposición universal de arte islámico en Munich a la que Matisse acudió. A su vuelta a París y ya enviadas las obras al salón d’Autonme de 1910 se encuentra con una critica mas violenta de lo normal a sus obras y un rechazo de ellas por parte de su demandante ruso. Para más inri, Shchukin a cambio aceptó un boceto de Puvis de Chavannes para la decoración de su casa, aunque al final este decidió anular la nueva compra y aceptar los paneles de Matisse. Aun así a Matisse le afectaron mucho estos cambios, y junto con el dolor de la perdida de su padre decidió escapar durante una temporadita a España.
Y aquí nos situamos. Coincidiendo con el centenario de este viaje nos encontramos con la exposición “Matisse y la Alhambra” en el Palacio de Carlos V de Granada.
Empezamos una ruta por la exposición. Los paneles informativos nos cuentan que Matisse estuvo en nuestro país entre noviembre de 1910 y enero de 1911. Visitó Madrid, Sevilla, Córdoba, Granada, Toledo y Barcelona. Vino aconsejado por su amigo Francisco Iturrino, y con quien compartiría estudio durante su estancia en Sevilla. En Granada pasó 3 días, desde el 9 al 11 de diciembre, y por supuesto no faltó una visita a la Alhambra, como queda reflejado en el libro de visitas con una firma “a lo médico”. Matisse cuenta en una carta a su esposa su emoción y fascinación ante la contemplación de las formas decorativas de las yeserías y el juego lumínico que producen las celosías en los interiores de los palacios.
Después de leer el justificado motivo de la exposición, me adentro en las salas. La primera, La lección de oriente, recorre con fotografías y objetos la exposición Meisterwerke Muhammedanischer Kunst celebrada en Octubre de 1910 en Múnich, dedicada al arte islámico. En mi cuaderno de notas destaco el enorme jarrón nazarí que estuvo expuesto en dicha exposición. También apunto una obra que destaca entre todos estos objetos y fotografías, “La Argelina”. Me impresiona la fuerza del color y la naturalidad en la postura. Una composición equilibrada entre figura y fondo y una armonía cromática que hacen que el negro de los contornos pase inadvertido y se funda con el resto de los colores. Es un cuadro pintado por Matisse en 1909, antes de su visita a España y de la exposición de Múnich. Según un libro sobre Matisse cuenta que este cuadro lo pintó tras el encuentro con los expresionistas en Berlín, y según el folleto de la exposición, que la obra “revela referencias anecdóticas de lo que en la tradición francesa del siglo XIX se identificaba como español”. También en esta misma sala nos topamos con un boceto a carboncillo de la danza.
En la siguiente sala empieza el recorrido artístico de su estancia en Andalucía. Dos cuadros que me llaman mucho la atención: “Gitana” de Iturrino y “Joaquina” de Matisse. Están los dos juntos en una pared, y me llama mucho la atención el cuadro de Iturrino. Seguidos hay cuadros en dúo de bodegones y interiores sevillanos donde se ve la influencia compartida entre los dos artistas. El panel informa que “estos cuadros son el resultado del feliz encuentro de Matisse con la Alhambra. Implicarán al artista una nueva manera de apreciar la realidad basada exclusivamente en lo visual. Para ello el color y la forma son recursos que convocan a una nueva realidad artística más decorativa y autónoma, cuya razón de ser no es ya el modelo de representación tradicional”. Sinceramente, me parece una definición un tanto comercial, como si buscara el apoyo de un hecho para convencer al cliente del motivo de la exposición. No dudo que la Alhambra le habrá impresionado y que seguramente influyó en su obra, pero llegar a la afirmación de estos cuadros son el resultado del encuentro con la Alhambra... tal vez es un tanto exagerado, ¿no? Vuelvo al libro para comparar informaciones. Parece ser que durante su estancia en España, el artista recibió el último encargo de Shchukin, dos naturalezas muertas. El artista decidió no domesticar su estilo para el nuevo encargo sino que llevó al extremo una de sus características; la profusión decorativa, como había hecho con “armonía en rojo”.
La siguiente obra que me llama la atención es el boceto de “la marroquí” realizado durante su estancia en Marruecos en el invierno de 1912 y los primeros meses de 1913. Está inacabado pero es un boceto con muchísima expresividad, de mancha y línea negra a carboncillo que revelan el expresivo y enérgico estilo propio de Matisse. Además, en cierta manera muestra el “enfado” hacia la modelo, que parece ser que no paraba de moverse y pedir más dinero por su trabajo, según cuenta en las cartas enviadas a su familia.
En esta misma sala encontramos el “rincón del estudio”. Durante la estancia de Matisse en España y el norte de África, y por su interés y gusto por el arte islámico, compró variedad de artículos que utilizaría para crear escenografías árabes en su propio estudio. Jarrones, mantillas, ropa, telas, pañuelos, tapices, alfombras, celosías, azulejos… Todo ello necesario para crear su “pequeño teatro oriental privado” y decorar a las modelos y los fondos de su preciosa serie de Odaliscas, pintadas en Niza durante los años veinte. Compuesta de varios cuadros y litografías, es para mí lo mejor de la exposición. Cuadros enteramente ornamentados de dibujos orientales y de color. Modelos de grandes curvas y posturas sensuales, vestidas con faldas transparentes o pantalones bombachos envueltas en un decorado llamativo y mágico.
En una exposición celebrada en 2009 de Matisse en el Museo Thyssen- Bornemisza de Madrid tuve posibilidad de conocer otros cuadros de Odaliscas, y ya allí me quedé impresionada. La diferencia que la entrada me costó 8 euros (un precio desorbitado para lo que era la exposición, sinceramente), y la de la Alhambra es totalmente gratuita y mucho más completa. Aunque creo que tal vez la exposición se podría haber titulado “Matisse y el arte islámico” o “Matisse y su viaje a España”, es una exposición magnífica y que recomiendo.
Bibliografía utilizada:
VV.AA. “Arte desde 1900”. Madrid 2006. Ediciones Akal.
ESSERS, V. “Henri Matisse (1869- 1954)”. Alemania 1999. Editorial Taschen (Serie menor).
WILSON, S. “Henri Matisse”. Barcelona 2009. Ediciones polígrafa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario